Al final ella se puso a llorar, se metió la mano en el corazón y sin presentir el dolor se lo sacó, lo echó a una bolsa y lo tiró en el primer bote de basura que vio en el camino. Ahora le duele más que antes, pero no se va a arrepentir porque sabe que el arrepentimiento es de débiles, porque sabe que no es para ella.
El corazón seguirá latiendo en la bolsa, por siempre.
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