martes, 19 de enero de 2010

Ya no espero que vengas con la flor
que cortabas del jadrín de la señora
que tenía bonitas flores.
Tampoco espero que te acuerdes
de llevar el jabón
con el que nunca nos bañamos
después de amarnos
en esas habitaciones remuneradas.
Menos espero que vengas a decirme
que seré la única
que nos equivocamos.
En definitiva,
más allá del bien y del mal
ya no espero nada de ti,
ni siquiera a ti.

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